Todas las grandes religiones han tenido y tienen sus libros sagrados. La Biblia es el libro sagrado de los cristianos: creemos, no sabemos, que en ella se contiene la Palabra de Dios. Si nos referimos al Nuevo Testamento, esta afirmación de fe parece razonable: no es más que un reflejo de nuestra fe en Jesucristo, que es la verdadera y denitiva Palabra de Dios. Pero ¿qué decir del Antiguo Testamento? Para los judíos es texto sagrado, contiene la revelación de Dios. ¿Por qué los cristianos lo creemos así también? ¿Por qué creemos que Dios ha hablado precisamente a Israel y por Israel, y no en otros pueblos o en otras literaturas sagradas? Desde luego no es porque lo digan los judíos. También otros pueblos y religiones lo afrman de sus libros sagrados y tienen sus razones. Nosotros los cristianos también tenemos nuestra “razón”: creemos que Cristo es la Palabra de Dios hecha carne. Y porque creemos en Cristo, Palabra de Dios, creemos que esas palabras divinas anteriores y el pueblo portador de ellas constituyen la preparación que Dios fue haciendo a los largo de los siglos de esa Palabra suya, definitiva y plena.
De Según Tu Palabra nº 123