Los cuatro Evangelios (Mateo, Macos, Lucas y Juan) son obras de tipo especial, de origen típica y exclusivamente cristiano. No se los puede considerar biografías de Jesús, ya lo dijimos, ni composiciones rigurosamente históricas. Su objetivo fundamental es dar testimonio de la Buena Noticia de Jesús, es decir, de la intervención decisiva de Dios, en y por Jesucristo, en favor nuestro. Por ello se centran en la gura y en cuya vida, en cuyas palabras y obras Dios se hizo presente en nuestro mundo. Narran, pues, una historia, unos hechos que se han producido en verdad, pero que, sobre todo, se han “cumplido”.
Cada evangelista posee su propia perspectiva, dependiendo de sus distintas comunidades de origen y de los destinatarios de su obra, y con esa perspectiva ordenan los materiales comunes que provienen de las primitivas tradiciones orales de las comunidades cristianas. Los Evangelios surgen cuando los testigos auténticos y de primera mano empiezan a desaparecer: hay que dejar por escrito, con unas garantías que aseguren la continuidad con el pasado, el mensaje de esos primeros testigos, sobre todo con vistas a la catequesis y a la defensa del mismo frente a la diversidad de interpretaciones que con el paso del tiempo empezaban a producirse.
De Según Tu Palabra nº 127